lunes, 26 de enero de 2009

Carta personal de Silvana Rabinovich a Judit Bokser Liwerant

México D.F., 19 de enero de 2009.

Estimada Judit:

Ante todo te agradezco tu lectura atenta de nuestra “iniciativa ciudadana ante las muertes de menores en Gaza”, que creo que en esencia no se contradice con tu propuesta de “iniciativa ciudadana para recuperar el compromiso del conocimiento con el dolor y con la verdad”. Creo que tu apertura al diálogo es una promesa de escucha de ambas partes dado que compartimos el lugar donde se anudan el compromiso con la verdad y su pertinencia social y humana (va en cursivas lo que me permito citar textualmente de tu carta). Los lugares de enunciación son los que varían (yo me formé en la ética y tú en la ciencia política) y por eso tal vez a ti la argumentación –de tinte claramente levinasiano- te parece por momentos irresponsable (me imagino que esto significa carente de táctica).

Quiero aclarar desde ahora que hablo (de manera personalísima y no como representante del colectivo) en tanto sionista. Desde mi infancia formé parte del movimiento sionista-socialista Ijud que resultó ser el mismo desde donde Martin Buber luchaba por una propuesta política comprometida con la ética de los profetas. Ese lugar fue el refugio contra la censura y la represión en la última dictadura argentina, allí leímos y estudiamos las distintas voces del movimiento sionista en el que el filósofo participaba sin ser suficientemente escuchado, así como muchos otros textos proscriptos por el régimen dictatorial. Y así fue que en 1983 –después de haber escuchado en Jerusalén durante todo el año 1982 al poeta Yehuda Amijai en sus clases de literatura preñada de paz en ese año de guerra- debí abandonar en Rosario, Argentina, ese movimiento invocando al profeta Amós (porque sus dirigentes no tenían la estatura moral del rabino Marshall Meyer y no nos permitían dar nuevo aire a la inquietud social de raigambre bíblica). Ahora que traduje los escritos políticos de Buber me reencuentro y entiendo más a fondo aquella decisión que nunca canceló mi amor (exento de celo y de cálculo) a Sión, a su lengua y a sus promesas de esperanza.
Dejo aquí la parte autobiográfica (que me parece pertinente para que quede claro que no estoy dispuesta a renunciar a mi sionismo –tan particular para estos días- para congraciarme con ninguna izquierda miope). No renuncio a mi sionismo pero tampoco lo asimilo a la corriente que lo asume como un fenómeno de rostro único y que arrasó con voces disidentes como las del mencionado filósofo, o las de Yehuda Magnes, Moshe Smilansky, entre otros, que nunca perdieron de vista que Israel no se sitúa geográficamente en Europa sino en el corazón del Medio Oriente. El amor a Sión, como la Torá, tiene setenta rostros y yo me asumo en uno pequeño y algo olvidado.

Así, en las noticias de hoy (pero en las de ayer también, sin duda) resuenan las palabras buberianas de advertencia ante una conducción del movimiento sionista que se ceñía a cálculos mezquinos de Realpolitk dejando de lado el elemento moral. Desde 1918 hasta 1965 el filósofo del diálogo fue forjando lazos de ética y política, tejiendo a los profetas bíblicos con la imaginación política de Gustav Landauer, traduciendo entre la cosmovisión europea y la levantina. Como bien sabes, Buber aspiraba a una federación de comunidades basada en las necesidades económicas, sociales, culturales, a una colonización no expansionista, a un deslinde de los intereses coloniales de la potencia británica. El filósofo vio mucho más que los dirigentes políticos del momento, ocupados en crear una mayoría dominante, pero no hubo oído dispuesto: él sostenía que por la vía de la táctica nada podría realizarse pero sí por la de la verdad. Coincidimos en que es una situación muy compleja, por eso hoy ser sionista no puede reducirse a avalar de manera acrítica cualquier decisión del gobierno en turno y solapar crímenes de lesa humanidad. Quien se encuentra concernido puede intentar algún gesto en otra dirección. Esa dirección es el acercamiento con el agraviado por nosotros (dejando de lado el cálculo vano de quién empezó). Y desde ya que no se trata de cuestionar la existencia de ninguna de las dos partes. Buber tomó de Thoreau el valor del diálogo entre los rebeldes, no creía en los monólogos cupulares, en ese marco se inscribe nuestra propuesta.

Dejo a este pensador entrañable para acercarme al que más inquieta a tu carta: Emmanuel Levinas. El epígrafe, que encontramos al abrir la página cero de De otro modo que ser o más allá de la esencia no busca de ningún modo asimilar genocidios y por eso es muy pertinente aquí y ahora. Gaza no es Auschwitz por numerosas razones en las que coincidimos, además que porque en este caso somos los poderosos y tenemos a una población sitiada con un número escandaloso de muertes civiles. Tu inquietud es válida: en este contexto corremos el riesgo de que se inculpe al gobierno de Israel de los mismos crímenes de los que fue víctima en su pasado de exilio. Sin embargo, el pensador de la diferencia no permite asimilaciones apresuradas. Se trata de invocar al filósofo de la alteridad en un momento en que nuestra responsabilidad para con el otro (que en este caso es testimoniar por la memoria del niño palestino) puede producir un acercamiento que el cálculo estratégico político –por su horizonte claramente expansionista- en todos estos años no pudo lograr. Claro que Levinas tiene sus reglas: ubicarse en el lugar del otro (reclamar para sí) es un gesto de cinismo, el otro nunca puedo ser yo (eso responde a parte de tus preguntas finales en las que no me detendré). Esto cancela la condición de reciprocidad. Salir a protestar por las propias víctimas de atentados no acerca a la otra parte sino que alimenta la distancia. La lógica del mismo perpetúa la guerra de todos contra todos. Seguramente has visto la película “Punto de encuentro” y sabes que la vulnerabilidad produjo esa aproximación entre los deudos de los muertos de ambos pueblos, cualquier actitud viril (y la militar lo es por antonomasia) sólo reproduce la violencia. Actos pequeños y simbólicos como estos pueden dar algo más de sustento a las grandilocuencias diplomáticas. Esa es la intención de nuestro gesto y se inscribe en el excedente de responsabilidad que nos atañe. ¿Por qué preocupa tanto este acto testimonial?
El miedo al otro alimenta de una manera imparable la violencia, creo sinceramente que la confesión de vulnerabilidad puede abrir alguna rendija a la esperanza. Con ese miedo, que nos hace decir que del otro lado no hay con quién hablar, traicionamos una y mil veces las leyes morales y sociales que fundan nuestra cultura. ¿Acaso crees que del otro lado no se actúa también con miedo? Porque convengamos en que no se puede pretender (por honestidad en el conocimiento y compromiso con la verdad) que de ese otro lado no hay seres humanos en condiciones muy duras, en muchos casos dispuestos a cometer acciones temerarias por razones humanas (y cuidado que con esto no justifico atentados suicidas de ninguna de las dos partes, porque no nos debemos olvidar de Baruch Goldstein).
Olmert (y los políticos en el poder con más fuerza desde 1967, pero antes también, desde los albores del sionismo político) cree actuar –dentro de esta idea expansionista que se apoderó del sionismo- por la seguridad del país. Paradójicamente lo único que hace es exponerlo cada vez más a la muerte (como afectado y como perpetrador). Si Hamas se extingue sabemos todos que surgirá un movimiento más violento en su lugar. La historia nos enseñó que la violencia no se para con violencia, pero puede desviarse con pequeños gestos como este y como los que tienen tantos israelíes y palestinos cansados de sus representantes sordos. Hoy en día el grupo “Otra voz”, Ta’ayush o varios otros lo intentan. Es necesario aceptar al otro con aquello impenetrable que lo caracteriza, reconocer nuestra imposibilidad de conocerlo y empezar a escuchar tratando de traducir con humildad lo vulnerable que vuelve más humano a lo humano.
Para ser honestos, es imposible seguir soslayando el descrédito del ejército de defensa de Israel entre la juventud israelí. La deserción y el alto porcentaje de jóvenes que se rehúsan a enrolarse son pruebas contundentes de que no es posible sostener el discurso militarista otrora tan aceptado por la sociedad israelí y que vivimos una situación (evocando a Heschel) de “emergencia moral”.
Vuelvo a lo personal, Judit: como judía y por amor a Sión no me alcanza con deslindarme con un “no en mi nombre”. Esa tierra, su lengua y su gente me son tan entrañables que no estoy dispuesta a que en nombre de ellos estemos perpetrando esta acción brutal e indiscriminada que como sabemos, no traerá paz.
Una última palabra: las oposiciones del final de tu texto no son precisas y no conducen a aclarar nuestra postura. No son mis muertos o tus muertos, es un primer paso que posiblemente traerá la contraparte, pero esto no puede ser una condición. Y los muertos de uno, uno los lleva consigo, no hace falta declararlo, porque no se puede usurpar el lugar del otro. Esta iniciativa ciudadana, justamente por ser responsable con una responsabilidad heterónoma no se erige en juez sino que se acerca más al pepenador benjaminiano mientras atiende al enano que se oculta bajo el tablero de ajedrez de la primera tesis de la filosofía de la historia.
Ya tuvimos suficiente de la razón estratégica a secas, es hora de que se deje interpelar por la razón ética.

Te saludo con afecto y con el dolor que nos embarga a todos, el diálogo continúa cuando quieras.



Silvana Rabinovich

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