lunes, 26 de enero de 2009

Respuesta de Miriam Jerade a la carta de Judit Bokser

Dra. Bokser :

Leí su carta dirigida a la propuesta de adoptar un niño palestino muerto y creo que más que defender la propuesta, yo también tengo un serio cuestionamiento de la argumentación que Usted hace. Intentaré, a su vez, argumentar con el mismo respeto con el que usted dirigió su carta. No haré un recuento de mi relación con el sionismo, pues no quisiera darle la razón a Scholem cuando recrimina a Arendt por no ser una buena hija del pueblo de Israel, yo defiendo el derecho de pensar más allá de las proveniencias. Usted habla de una violencia simbólica que se ha creado alrededor del Estado de Israel, es cierto que existe una especie de odio visceral, sobre todo de una izquierda extremista, que asimila a Israel con el Imperio Americano en un discurso maniqueo que me parece reprobable. Pero la violencia simbólica y el componente ideológico no terminan ahí, en mi caso, desde las primeras semanas recibí varios correos electrónicos de amigos judíos en donde se mostraba un odio igualmente visceral hacia el musulmán, una construcción fantasmática del “árabe” como terrorista, dispuesto a destruir al pueblo judío, a entrenar a su hijo desde la temprana infancia para estallarse y aniquilar al pueblo de Israel. Uno de esos correos electrónicos intitulado “El origen del problema” incluía una cita de Golda Meir, en donde ella decía que lo imperdonable era que los árabes amaran menos a sus hijos que lo que odian a los judíos, entonces pensé que su frase era quizás el origen del problema. Es ahí donde hago una conexión con el Holocausto, en esa construcción fantasmática del enemigo, esa inversión de odio visceral traducida en una cultura del miedo. Estoy consciente de que los judíos europeos eran “inocentes”, en cambio el Hamas es una organización terrorista; pero yo me pregunto si la ocupación de Cisjordania, la falta de reconocimiento y el debilitamiento de la autoridad palestina no son la clave de que el pueblo palestino haya visto en el Hamas una opción liberadora. En mi opinión, el aspecto común con el nazismo estriba en la construcción ideológica del enemigo, en este caso del “árabe” como terrorista, deseante de destruir al mundo occidental o al Estado de Israel (el plan de los palestinos de tirar a los judíos al mar es el primer capítulo de la historia oficial israeli). Esta representación ha provocado que la muerte de 900 civiles sea tratada como un “daño colateral”.

Ahora bien, no sé cómo Usted entiende la violencia simbólica, a mi me parece que ella es la que legitima cuáles son los actos que deben ser percibidos como violentos, obliterando otras violencias, otras realidades. Es cierto que para la mayoría de las personas las matanzas étnicas en África no entran en sus representaciones simbólicas de la violencia, es cierto que mucha gente desfoga en Israel su odio al imperialismo. Denunciar esto no exonera, sin embargo, de pensar las violencias cometidas para con los palestinos, que el Estado de Israel justifica con su discurso político. En realidad, el origen de todo Estado es una violencia fundadora que se conserva, reiterándose - como lo expone Walter Benjamin. Israel se fundó como un Estado-Nación, quizás no sea la fundación más violenta pero sí la más cercana en el tiempo, la más evidente. Lo que no quita que todos los Estados estén fundados en la violencia o que si se crea un Estado palestino en los términos que se proponen, este no comporte igualmente un mito fundacional que legitime la violencia. Lo que yo pretendo hacer con el gesto de adoptar a un niño palestino muerto no es negar la existencia del estado de Israel sino 1) pronunciar mi desacuerdo con la política que significa que la vida de un niño palestino tiene menor valor que la de un niño israelí. Desmentir que si se han perdido vidas en Gaza, todo es culpa del mal cálculo del enemigo Hamas que no supo ver por sus ciudadanos. Esto mismo hace que no adopte a un niño israelí muerto en Arad, porque esto no constituiría un gesto político sino un gesto nacionalista. Yo no creo que los muertos nos pertenezcan, no son “sus” muertos o “nuestros” muertos; la justicia del reconocimiento de la vida digna la que se impone. 2) Quiero mostrar con un trabajo ético de la memoria del Holocausto – y no con una utilización propagandística del mismo- que los palestinos son un pueblo de apátridas, que no sólo Israel sino ningún país Árabe les concede la nacionalidad, que viven refugiados y se les ha negado la mínima condición de tener derechos como ciudadanos. Sí, en efecto, en esos campos de refugiados se cultive el odio a Israel y al Occidente.
Dudé – porque el pensamiento es un trabajo diario, contradictorio, dubitativo; sólo la propaganda es monolítica- si adoptar a un niño muerto cuando vi esas fotos terroríficas de los cadáveres, pero creo que hasta en eso los han despojado, hasta en el silencio de esas imágenes que deberían ser privadas y que nos muestran para tener un espacio político, para que ese exceso de violencia del ejército israelí sea percibida. 3) Por último, quiero pensar que mi papel de intelectual de origen judío no se reduce a justificar las estrategias militares del gobierno de Israel (véase el artículo de Esther Shabot (Excelsior, 18/1/09), sino probar que la democracia es imposible en un Estado que no logra pensarse fuera de la ecuación militar.

Por todas estas “razones” que no responden a una “sensiblería humanista” como Usted quiere aludir, sino al nudo profundo del pensamiento de Emmanuel Levinas que denuncia todas las estrategias retóricas para eludir la responsabilidad para con el otro, convertido en un enemigo del que hay que defenderse, en esa ecuación paz/tranquilidad-seguridad, demostrando las violencias que esta misma genera; sustituyéndolas por una responsabilidad ilimitada por el otro hombre, a pesar de sí, a pesar de los orígenes familiares y las relaciones sociales.


La saluda cordialmente

Miriam Jerade

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